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Santiago denso (Revista Capital)

Más que cuántos metros debe crecer Santiago hacia arriba o hacia los lados, el dilema está en cómo lograr una ciudad conectada y con distintos centros. En la mirada de destacados arquitectos y urbanistas, el transporte es la ficha clave de la jugada.

Por María José Gutiérrez y Vivian Berdicheski

No hay mejor ejemplo de “densificación absoluta” que Manhattan. En 59,5 km2 conviven más de 1,6 millones de personas. Es decir, casi 27 mil personas por kilómetro cuadrado. Santiago tiene un cuarto de esta densidad. Y es 14 veces más grande que la isla neoyorkina.

Llegar desde Lo Barnechea al centro, o cruzar desde Maipú a Vitacura puede demorar una hora. Más de dos en transporte público en horas peak. Sin embargo, cada vez más gente opta por dejar el centro e irse a vivir a la periferia.

“En Chile tenemos muy incorporado que la mejor forma para vivir en una ciudad es teniendo mucho espacio privado. Y la suma de muchas personas pensando de esta manera produce ciudades dispersas. Esto tiene externalidades negativas. Para la misma gente significa más tiempo de desplazamiento, lejanía de servicios, dependencia del auto, etc.”, asegura David Assael, arquitecto, magíster en Desarrollo Urbano UC y director de Plataforma Urbana.

Cuando a mediados de los ochenta se hizo el plan de repoblamiento de Santiago Centro, se analizó cuánto costaba poner un ciudadano más en el centro de la ciudad versus la periferia considerando variables como el costo de infraestructura de redes –inversión, operación en abastecimiento de aguas servidas y aguas lluvias, suministro de energía eléctrica y pavimentación– y el costo de equipamiento en salud, educación, vigilancia policial, deporte y recreación. El resultado fue que localizar a un habitante en la periferia era 16 veces más caro que hacerlo en el centro de la ciudad, explica Assael.

Modelo gringo

La principal influencia en Chile a la hora de hacer ciudad es la norteamericana, coinciden diversos arquitectos. “Tendemos a copiarles porque se venden como exitosos. Pero la crisis subprime ha demostrado que este modelo es demasiado ineficiente para la ciudad misma. Se dieron cuenta de que pagar en terrenos periféricos es más caro, implica más transporte privado, expandir las calles”, dice Assael.

“En Estados Unidos les sobra la plata, la bencina, el terreno. Las casas allá son de plástico porque la mano de obra es demasiado cara. Y nosotros les copiamos los resultados, no los procesos; las formas y no los fondos”, agrega el arquitecto Felipe Assadi.

Chicureo es un buen ejemplo de esto, dice. “Son barrios donde no pasa nada, donde no hay cultura, cine, exposiciones, centros urbanos, plazas. Ese modelo de ciudad no lo entiendo en este país. Estamos al revés. La gente quiere vivir en clubes, con porteros que te piden el carnet cuando entras. Siendo extremista, estamos viviendo en campos –porque ahí están las mejores tierras para cultivar lechugas y tomates– y alimentándonos de cultivos hidropónicos”.

Alcalde mayor

Densificar no implica necesariamente crecer hacia arriba, asegura el arquitecto Yves Besancon. “Es preocuparse por las extensas comunas que están subutilizadas en uno o dos pisos y que debieran redensificarse con alturas medias, de cinco a diez pisos”, advierte. Otra posibilidad de densificar sería construir en forma continua con fachadas unitarias.

Providencia, a su juicio, es suficientemente densa, pero Santiago, en cambio, ha ido de un extremo a otro: tiene dos pisos o 28, lo que complica la organización en comunidad. “La Alameda, de General Velázquez al poniente, Quinta Normal, Ñuñoa, Las Condes y Vitacura se podrían densificar de manera inteligente, donde la planificación debiera ser más importante que la construcción misma, sin recurrir a rascacielos”, dice.

Pedro de Valdivia Norte es otro barrio que debiera densificarse, a juicio de David Assael, porque está muy cerca de los servicios, autopistas y la principal área verde de la ciudad, que es el Parque Metropolitano. “No tiene sentido que esa inversión pública se distribuya entre tan poca gente, pero los vecinos del sector son muy influyentes y se han opuesto. Ahí está el rol de las autoridades, beneficias a mil familias con estas casas bonitas o haces que más personas se puedan beneficiar”, dice.

Para hacerse cargo de esa planificación, son varios los que creen que la figura de un alcalde mayor, tal como ocurre en la ciudad de Nueva York, debiera ser la encargada de coordinar las distintas variables.
“Los sistemas inmersos no están coordinados entre sí porque tienen administración independiente”, advierte Assadi y asegura que en varios comités asesores de los distintos gobiernos se ha conversado esto y que en algún momento verá luz verde.

“De todos los que hablan de la ciudad, los arquitectos éramos los mas irrelevantes del sistema, y es curioso porque son los que la sueñan, pero los que la hacen son economistas e ingenieros, los abogados le ponen las leyes y los políticos arman y desarman a su antojo. El arquitecto termina siendo el soñador de la ciudad, pero estamos trabajando para que eso cambie”, señala.

La casa para toda la vida

No todos son tan críticos del desarrollo de la capital. Por el contrario, el decano de la Facultad de Arquitectura y Arte de la UDD, Pablo Allard, asegura que Santiago es una ciudad que tiene el tamaño y población perfecta para ser un gran centro de negocios y servicios, que compite con Buenos Aires, Montevideo, incluso Miami.

“El desarrollo ha sido equilibrado”, dice, “pero ha habido preocupación por dinámicas de híper densificación con edificios que van a tener mala vejez. Ahí viven muchas familias que antes tenían que dedicar más de una hora en trasladarse a sus trabajos”.

Lo que sí va a marcar un antes y un después en las dinámicas de expansión tiene que ver con un fenómeno nuevo: la movilidad residencial. “Antes, la casa era para toda la vida. Hoy hay distintas casas para distintas etapas, en las clases media para arriba”, explica. Familias que viven en la periferia que cuando son jóvenes y tienen mayor libertad, prefieren vivir en un departamento en el centro o Providencia, cerca del trabajo y lugares de esparcimiento. Luego, optan por una casa en la periferia con jardín, quincho, cerca de los colegios. Ya de adultos mayores vuelven a lugares de mayor densidad. Esto genera nuevos patrones, modelos y tipologías de viviendas.

“Mientras mayor diversidad, más opciones, vamos a tener una mejor ciudad”, señala. “Pero hay que tener cuidado en el diseño y la construcción porque lo que vimos a finales de los 90 en el sector sur de Santiago, en el barrio Santa Isabel, son departamentos que responden a una demanda puntual, en un tipo de mercado que va a cambiar”, advierte.

Centralidades

“Si Santiago tiene que crecer para arriba o para el lado, hoy no es lo importante”, dice Félix de Amesti, arquitecto de URBE. “Estamos creciendo simultáneamente en ambas direcciones y eso lo regula el mercado. Lo que está totalmente abandonado es la gestión, administración e incentivos para las centralidades”, agrega.

Las centralidades son lugares con espacios públicos notables, comercio, servicios, empleo y que atraen viajes de comunas cercanas, explica. “Ha habido mucha inversión en centralidades, pero curiosamente están dispersas y desconectadas del transporte público”, añade De Amesti.

“Para crecer hay que tener equipamiento. Si la ciudad crece sin equipamiento es una peor ciudad, sobre todo en altura porque agota al equipamiento que ya existe. La densificación por sí sola no es una buena noticia”, agrega.

Los expertos coinciden en que el metro es clave para estructurar las centralidades, porque permite llegar por abajo a lugares que son muy atractivos en sus superficies. Los corredores de buses, en cambio, cumplen un rol de conectar, pero afectan negativamente la vitalidad del entorno; el metro tiene la gracia que da vida al lugar que llega.

Vitacura y Las Condes son ejemplos de comunas que lo han hecho bien, según De Amesti, con buenas veredas, oficinas y “han hecho gestiones para llevar el Metro”. “Lo Barnechea, hoy tiene la posibilidad de refundarse a partir de espacios públicos centrales”, dice, convirtiendo a Av. La Dehesa en un boulevard, con grandes veredas y comercio. No sólo una sucesión de edificios isla, agrega. Y alerta sobre la mayor densidad en zonas con centralidades nuevas más frágiles, en barrios con gran carácter urbano: “Hay otras centralidades que se deben proteger, como el barrio Italia. Es frágil y la densificación lo podría ahogar”.

Bola de cristal

En 10 años más, Santiago contará con casi ocho millones de habitantes; 47% de los hogares tendrá al menos un automóvil –lo que significa 2,7 millones de vehículos en las calles– y una red de metro de 125 kms.

Aunque en urbanismo 10 años no es mucho, lo que se sabe es que sí o sí al 2026 se requerirán más de 500 mil viviendas adicionales, según datos de la Cámara Chilena de la Construcción. Viviendas que deben encontrar espacios en un limitado radio urbano, donde hay escasez de suelo.

Algunas voces como la de Iván Poduje (EARQ UC), socio de Atisba, apuestan a que la ciudad crecerá hacia arriba, que los santiaguinos seguirán prefiriendo vivir en áreas conectadas y que los departamentos de alta y mediana altura reemplazarán a las casas. Mientras que otros, como Javier Hurtado, gerente de estudios de la CChC, apunta a que en 10 años si no se ponen de acuerdo hoy los distintos actores políticos, empresarios y comunales, va a seguir pasando lo mismo que hasta hoy: “La construcción de casas y edificios cada vez más alejados del centro sin un sistema de transporte adecuado, lo que conlleva contaminación, congestión y, por ende, mala calidad de vida”.

“Estamos en un punto de inflexión”, asegura Sebastián Grey (EARQ UC). “En materia de infraestructura vial hay un cambio de paradigma. Se está haciendo un esfuerzo real en mejorar y racionalizar el transporte público. Digan lo que digan, a partir del Transantiago, el sistema de transporte público integrado es infinitamente superior a lo que teníamos hace 10 años”.

Uno de los mayores problemas de Santiago es la segregación y una sociedad sana necesita la convivencia de distintos estratos socioeconómicos. Los índices macroeconómicos posicionan a Chile como un país del primer mundo, mientras que los indicadores de desarrollo humano más básicos muestran una nación típicamente subdesarrollada, con una situación de desequilibrio angustiante entre comunas.

En el último ranking que mide el Índice de Calidad de Vida Urbana (UCVU), la Región Metropolitana concentra realidades muy disímiles. Prueba de ello es que el Gran Santiago concentra 6 de las 10 comunas con mejor ICVU y 9 de las 10 comunas con el peor indicador. Las comunas de Las Condes, Vitacura, Providencia, Lo Barnechea, La Reina, Ñuñoa, son las que presentan mejor calidad de vida urbana a nivel nacional. En cambio, 9 de las 10 comunas con menor ICVU en relación al promedio nacional también son parte de la gran capital, ellas son Cerro Navia, Quinta Normal, El Bosque, Independencia, Conchalí, La Granja, Pedro Aguirre Cerda, La Pintana y San Ramón.

“No es casualidad que las comunas de La Granja y San Ramó, donde la inversión privada es prácticamente nula, sean las con peores estándares”, advierte el urbanista de la UC Arturo Orellana (IEUT UC). “Evidentemente que a uno le gustaría que el Estado asumiera un rol más protagónico en el proveer de bienes y servicios para mejorar la calidad en aquellos sectores donde las carencias son más grandes, pero la experiencia demuestra que según este modelo de desarrollo, eso va a ocurrir fundamentalmente en las áreas periféricas donde hay suelo disponible. No al interior”, agrega.

Por esto, contrario a lo que se podría pensar, las condiciones mejorarán afuera del anillo de Américo Vespucio y empeorarán al interior. “Como afuera todavía hay áreas de expansión urbana, se van a ir consolidando ciertos proyectos privados que si bien tienen un modelo de condominio que no se integran, van a generar inversiones que permitirán ir acercando comercio, servicios, conectividad”, indica Orellana.

Cambio de Paradigma

Las ciudades no colapsan, sino que aparecen nuevas tendencias. Por ejemplo, los jóvenes ya no creen que el auto es la solución a todos sus males, señala Sebastián Gray, o que vivir en un suburbio es el sueño dorado de una pareja. Los jóvenes quieren vivir centralmente y producto de esto aparecen nuevos barrios, como Lastarria hace seis años. “En 10 años más va a ser Matta Sur. Te aseguro que se va a poner como Santiago Poniente. En las ciudades céntricas, como en Berlín, los barrios viejos que estaban muy venidos a menos aparecen apetecidos porque vives mejor, estas más cerca de todo, hay transporte público”.

Concuerda Javier Hurtado: “Hay un cambio en la demanda de las personas. Hoy la gente privilegia el departamento que la casa y el departamento lo más cerca posible de su círculo. No quiere vivir en un auto. En cambio, cuando yo era joven lo que nos interesaba era vivir lo más lejos posible, en una casa con el patio gigante porque movilizarnos era más fácil. La gente en 10 años va a necesitar mejores espacios urbanos y es el Estado el que debe proveer de ellos a la ciudad, para eso pagamos impuestos. Las ciudades son órganos vivos y el gran desafío es empezar a integrar socialmente y el transporte público es lo importante en ese sentido”, dice.